El ciego de nacimiento: cuando ver es mucho más que tener ojos
A veces, no vemos claro. No el camino, no a Dios, ni siquiera a nosotros mismos. Sentimos que andamos a tientas, esperando que algo o alguien nos ayude a comprender. Como aquel hombre, ciego de nacimiento, que se cruzó con Jesús y su vida cambió para siempre.
Jesús ve a un hombre ciego de nacimiento. Los discípulos preguntan quién pecó. Jesús responde que no se trata de culpa, sino de oportunidad: “para que se manifiesten en él las obras de Dios”.
Le hace barro con su saliva, lo unge y lo manda a lavarse en la piscina de Siloé. El hombre obedece… y ve. Pero entonces comienza otro camino: el del testimonio valiente ante vecinos, fariseos, incluso sus propios padres. No todos quieren aceptar su nueva visión.
Y al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. 2Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?». 3Jesús contestó: «Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. 5Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». 6Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, 7y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista. 8Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ese el que se sentaba a pedir?». 9Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo». 10Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?». 11Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver». 12Le preguntaron: «¿Dónde está él?». Contestó: «No lo sé». 13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo». 16Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. 17Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta». 18Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres 19y les preguntaron: «¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». 20Sus padres contestaron: «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; 21pero cómo ve ahora, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse». 22Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. 23Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él». 24Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». 25Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo». 26Le preguntan de nuevo: «¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?». 27Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?». 28Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. 29Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene». 30Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. 32Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; 33si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder». 34Le replicaron: «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron. 35Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?». 36Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». 37Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». 38Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él. 39Dijo Jesús: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos». 40Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?». 41Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece.
Juan 4, 1- 41
¿Qué le dijo Jesús?
“Yo soy la luz del mundo”
“¿Crees tú en el Hijo del hombre?”
“Lo estás viendo: el que te habla, ése es”
Jesús no solo le devuelve la vista. Le revela quién es Él. El don físico va acompañado del don espiritual: ver con el corazón.
¿Y qué puede decirte a ti?
- Si estás cansado de no entender lo que te pasa…
- Si otros han intentado hacerte sentir culpable por tu situación…
- Si te cuesta creer que Dios te ve con amor, aunque el mundo te juzgue…
Jesús te dice hoy: “Tú no eres tu defecto. Yo te miro con luz. Y quiero abrirte los ojos del alma.”
Y luego te envía: “Ve, lávate… y camina como testigo.”
Próxima entrada:
María Magdalena: cuando el amor no termina en la tumba – “La mujer que vio a Jesús resucitado… y no lo reconoció al principio”.
