¿Y quién es mi prójimo? – Comentario del Evangelio (XV Domingo del Tiempo Ordinario)
Este domingo, la parábola del Buen Samaritano nos devuelve al núcleo de la fe cristiana: amar a Dios con todo el corazón… y amar al prójimo con esa misma profundidad. Pero, ¿quién es de verdad mi prójimo? ¿Y cómo puedo ser más que alguien que ayuda? Te invitamos a meditar el comentario completo de esta semana.
Palabras de Dios que nuestro corazón entiende bien
“Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos” … “Vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón” … “Esto que te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable” … “Lo que el Señor, tu Dios, te manda está cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas” … “Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón” …
Y si aún no adivino qué es lo que tengo que hacer, como aquel maestro de la ley que pregunta a Jesús: qué tengo que hacer para heredar la vida eterna, viene Jesús y nos invita a desarrollar nuestra vida entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Habrá momentos de nuestra vida que nos deberemos plantear cuál es la primera intención, el sentido, el propósito, hacia dónde nos dirigimos o qué nos es dado esperar. Y, en esos momentos de “en fin de cuentas, qué y como se sostiene nuestra vida”, entonces, sale con fuerza el “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente”, es decir, con lo más preciado y valioso que hay en ti.
Cuando el maestro de la ley le pregunta ¿y quién es mi prójimo?, Jesús le cuenta la parábola del buen samaritano, y al final pregunta a su vez al maestro: ¿cuál de los tres que te he contado te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de bandidos? Responde: “el que practicó la misericordia con él”. Y Jesús se despide diciéndole: “Anda y haz tu lo mismo”. Mucha gente asimila el buen cristiano al que ama a su prójimo. Pero, ¿es eso posible? Se puede ayudar al prójimo, y eso, mucha gente lo hace. Lo nuestro es ayudar, es la característica de lo humano. En cambio, lo divino es más que ayudar. Cuando los hombres son y se hacen “cauces de la misericordia divina” eso es más que prestar una simple ayuda. Para eso, hay que contemplar cómo es la misericordia de Dios. Para eso hay que mirar a Dios, tenerle constantemente en nuestro punto de mira, observar cómo derrama su misericordia en abundancia sobre nosotros.
El Papa Francisco nos recordó durante todo un año jubilar que la misericordia era el nombre que más adecuaba al Dios vivo revelado. ¡Cómo hacernos cauces de la inagotable misericordia de Dios, como lo hizo el buen samaritano de la parábola, si no contemplamos a Dios, si Él no nos atrae, y si no nos pegamos a Él! “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón… se convierte en nuestra prioridad si deseamos ayudar al prójimo. ¿Cómo soportar si no que nuestras ayudas al prójimo no les solucionan tanto? ¿Cómo soportar que nuestra compasión se queda corta? ¿Cómo volver a la solidaridad por fraternidad, sin Dios nuestro Padre?
Pidamos al Señor no solo saber ayudar, sino aprender a mirar con sus ojos y actuar con su misericordia. Que esta semana, más que nunca, nuestra fe se haga gesto y camino.
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