Comentario del Evangelio – XVI Domingo del Tiempo Ordinario
Este domingo, la Palabra nos lleva al hogar de Marta y María, donde Jesús es acogido y escuchado. En medio de un mundo que corre, organiza, se preocupa… Él nos recuerda que una sola cosa es necesaria.
Te invitamos a leer y meditar este comentario que nos habla de hospitalidad, escucha y servicio con sentido.
📖 La hospitalidad
“Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles” (Heb 13,1-2). En el relato de Abrahán Dios viene a visitarnos y él lo acoge bajo la encina de Mambré y le prepara una comida. Así, dio acogida y hospedaje a los tres rostros divinos, figura de la revelación futura de la Trinidad de Dios.
En la plenitud de los tiempos, Dios nos visitó en la persona de Jesús nacido de María. Nos anunció el Reinado de Dios y todas sus obras eran signos del Dios que venía a reinar, por el amor que nos redimía. Acogerle y hospedarle en su casa es lo que hicieron Lázaro y sus hermanas Marta y María. Se hicieron amigos de Jesús y de sus discípulos. En el relato del evangelio de Lucas, Marta se “preocupa” por atender los preparativos de la mesa. María se “ocupa” en atender a las palabras de Jesús.
Jesús dirige unas palabras a Marta que se nos aplican a todos nosotros: “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada” (Lc 10,41-42). Todos somos Marta y está bien; todos somos María y está mejor. Porque pendientes de Jesús no nos desentendemos de los hermanos, pronto o tarde Él nos envía a los hermanos. Si somos discípulos de Jesús como María, no tardaremos en ser testigos de su amor y serviremos con amor a los hermanos.
Jesús no nos pide que seamos “necesarios”. A veces con Marta nos creemos necesarios y andamos afanados con los muchos temas a atender. Esa actitud nos cansa, y un día estallamos. Jesús nos pide solo que atendamos al único que nos es necesario, para no echarnos a perder en medio de tantas ocupaciones y preocupaciones. Hacer sencilla nuestra vida es simplificar nuestra vida. Eso sólo se consigue atendiendo al único necesario, Jesús. En Él nuestra vida se unifica y recuperamos el tiempo para todo. Ya no pretendemos estar en todo y estaremos donde debíamos estar. Nos vendrá el discernimiento y nos ordenará las prioridades, de este modo, nos devolverá a nuestro sitio. Desde la humildad y la gratitud todo se atiende mejor.
Decir esto no es garantizar que no se sufrirá. Pablo nos da hoy una maravillosa perspectiva para nuestros momentos de sufrimiento: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor […] del Misterio, escondido desde siglos y generaciones y ahora revelado” (Col 1,24-26). Meditar sobre la hospitalidad cristiana, en esta semana en que hemos conocido los disturbios en el pueblo de Torre Pacheco por rechazo a los emigrantes, ha sido providencial. “No olvidemos la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles”.
Conclusión
Este Evangelio no solo nos invita a escuchar más… sino a acoger mejor: al Señor y a los hermanos.
En un tiempo donde el rechazo crece y las prisas dominan, ser discípulos como María es el camino para volver a lo esencial.