Evangelio y vida: Ningún siervo puede servir a dos señores
Este domingo la Palabra de Dios nos invita a mirar de frente las injusticias que sufren los pobres y los humildes. El profeta Amós clama contra quienes los pisotean, y Jesús, con una parábola sorprendente, nos recuerda que los bienes materiales no son un fin en sí mismos, sino un medio para crecer en fraternidad y en humanidad.
Evangelio y vida
En este domingo aparece el profeta Amós, que en nombre de Dios clama contra las injusticias que se cometen en su pueblo. Así comienza su arenga: “Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y elimináis a los humildes del país…” Y acaba Dios diciendo: No olvidaré jamás ninguna de estas acciones de injusticias y engaños. Conociendo algo de lo que hoy sucede en cuanto a injusticias, engaños, abusos de los débiles, nos alegra saber que Dios se pone de parte de los que los sufren.
El tema y la parábola que plantea hoy Jesús a sus discípulos nos hacen pensar. Porque un administrador de un amo con muchos bienes va a ser despedido, porque no lo lleva bien. El administrador enseguida piensa en los muchos deudores de su amo, y se granjea amigos rebajándoles la deuda. Diríamos que sigue haciendo malas prácticas. En cambio, el amo al saberlo no se lo reprocha. Este amo es un poco especial. Esta vez su administrador no ha actuado mal derrochando sus bienes en beneficio propio, sino ha beneficiado a los deudores, digamos, a los pobres. Este amo nos parece especial, porque se parece a Dios, favorecedor de los pobres y los débiles.
Al final de la parábola, Jesús anima a sus discípulos diciendo: “Ganaos amigos con el dinero de la iniquidad, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas”. Frase enigmática que podemos acoger bien.
Primero, caemos en la cuenta de que el dinero siempre arrastra algo de iniquidad, de injusticia. El dinero fue un gran paso de la humanidad para las relaciones de intercambio más allá del intercambio de cosas, productos del campo o alimentos. Al introducir el dinero se facilitaron los intercambios y nació el comercio y los negocios, cuyo objetivo es ganar más dinero, y la tentación es acumularlo. Es el riesgo de considerar el dinero como un objetivo en sí, no los servicios o beneficios que nos prestamos.
Segundo, Jesús invita a dar un uso óptimo al dinero: crear relaciones humanas, ganar amigos. El objetivo deja de ser ganar más dinero y ahora es ganar en humanidad, en fraternidad.
Tercero, dice Jesús cuando os falte, despreocupados de acumular y asegurar es posible que nos falte algo de dinero; pero entonces seremos acogidos y recibidos en las moradas eternas. Es decir, la fraternidad conseguida se nos convertirá en fraternidad eterna, la de los hermanos por hijos de Dios. Por si habíamos perdido la atención, Jesús al final resume: “Ningún siervo puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y al dinero”.
Te invitamos a compartir esta reflexión con otros . Cada sábado por la tarde, publicaremos en nuestra web el comentario del Evangelio del domingo.
San Lázaro contigo.
