Evangelio y vida: Ahora es el tiempo de la ayuda mutua
Cada domingo, la Palabra de Dios ilumina nuestra vida y nos ayuda a mirar la realidad con ojos nuevos. Este Evangelio nos invita a dejarnos conmover por el sufrimiento de los demás y a descubrir que la indiferencia es una de las grandes pobrezas de nuestro tiempo.
Evangelio y Vida
Dice el profeta Amós: “Ay de aquellos que se sienten seguros en Sion …, pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José”. Este “ay” resuena hoy como palabra que Dios dirige a nuestro mundo. Contrapone el vivir en seguridad y llevar una vida de bienestar, indiferentes ante las víctimas inocentes en tantos ámbitos de violencia. ¿Qué nos pide Dios? Al menos, debíais conmoveros por la ruina en las casas de vuestros hermanos. Al menos eso, doleros, conmoveros, sentir incomodidad, dejarse afectar por el sufrimiento de los otros y, a partir de ahí, dejar que en el corazón se inicie un movimiento hacia los otros, un gesto de solidaridad; y parar nuestras cosas, y dedicar unos minutos a la oración por aquellos hermanos que nos han conmovido. ¡Qué menos!
Este contraste lo pinta gráficamente Jesús con una parábola. Adentro de la casa grande, un rico banqueteando con sus comensales. Afuera de la casa, “un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto con llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico”. Entre medio, una gran nube que les separa, nube llena de indiferencia, ignorancia, inconsciencia, irresponsabilidad. ¿Acaso soy yo responsable de mi hermano? Ningún movimiento de dentro afuera. Desde fuera de la casa, en cambio, un ligero movimiento de la cabeza, mirada y brazo hacia las migajas que caen de la mesa de la abundancia.
Al menos Dios ha captado el movimiento y desea responderle. Esta gran plasticidad inicial de la parábola se agranda en la segunda parte, cuando Dios con sus ángeles acogen a Lázaro, mientras que el rico queda lo más que se puede estar separado de Dios. La muerte de ambos los ha colocado en su lugar, lejos de Dios o íntimamente acogido por Dios. Esto debemos meditarlo ya para nuestros días y no esperar a nuestro paso por la muerte.
La imaginación enfebrecida del rico le hace imaginar que Lázaro le puede ayudar a él o a sus hermanos que aún viven. Pero no. La ayuda mutua, el compartir, el compadecernos, tiene su tiempo, es el tiempo de toda nuestra vida. ¡Qué sentido puede tener la vida humana más pleno que no sea la ayuda mutua entre los humanos! Para eso nacimos y existimos. Ahora es el tiempo de la ayuda mutua, ahora es el tiempo de la compasión humana y divina. No esperemos a la muerte para entenderlo.
Conclusión
Este Evangelio nos recuerda que la compasión y la ayuda mutua no pueden esperar. Hoy es el tiempo de abrir los ojos, conmovernos y actuar. La indiferencia no puede marcar nuestras relaciones: la vida tiene sentido cuando se entrega y se comparte.
📌 Recuerda que cada sábado por la tarde encontrarás en nuestra web el comentario del Evangelio del domingo.
San Lázaro contigo.
