Evangelio

Evangelio.
Jesús resucitado va a poner fin al tiempo de los encuentros con sus discípulos, el próximo domingo celebraremos ese final con su Ascensión al Cielo. Aún necesitará de salir al encuentro de Pablo para que venga a completar el número de los apóstoles, pues sus discípulos iban a dudar si abrirse a los gentiles sin exigirles preceptos judíos o no. Y será Pablo, el celoso fariseo judío por el cumplimiento de la Ley, quien comprenderá su impotencia para cumplirla y su necesidad de la redención que trae el Mesías Jesús con la gracia misericordiosa de Dios.
Pedro acabará coincidiendo con la fe de Pablo, aunque le costara algo. Hoy le vemos en casa de Cornelio, pagano, sobre cuya familia baja el Espíritu Santo antes de recibir el bautismo, lo que le confirma que la salvación de Jesús también se comunica a los gentiles y son acogidos por la Iglesia.
La religión cristiana podemos decir es la religión del amor. Nos invita a ello la primera carta de Juan que proclamamos hoy: Amémonos unos a otros porque el amor es de Dios, Él nos amó primero y, por eso, no envió a su Hijo porque su amor le pedía reconciliarse con sus criaturas humanas. Con su amor entregado en Jesús nos mostraba que por su parte no había deuda, a pesar de nuestro pecado, debíamos reconocernos reconciliados con Él.
Por eso, en el evangelio nos encontramos con el mandamiento de Jesús: «Que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando… Y os llamo amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer… Soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca».
Son palabras mayores. Dios le dice al ser humano, a ti, a mí, a cada uno: “te quiero amigo, no siervo; te elijo, cuento contigo. Por ser amor no me basto. El amor es humilde, lo contrario de la autosuficiencia y del absolutismo, funda la alteridad o diferencia, como también la familiaridad y la comunión. Demos frutos de comunión. Demos la vida por los que amamos y por los que podemos amar. Sí, esta forma de gastar y desgastar nuestra vida para la vida del mundo es la mayor alegría; y deseo que vuestra alegría llegue a plenitud”. ¿Esto nos supera? ¡NECESITAMOS DEL ESPÍRITU SANTO!
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PARA VIVIR LA PASCUA DEL ESPÍRITU