Retiro de Febrero (20/02/2022) en San Lázaro. Meditación que continúa El Arte de Recomenzar, de Fabio Rosini, en el 6º día de la Creación.

Meditación sobre el don de las humillaciones o las pérdidas.

Decíamos que recomenzar, no es repetir el pasado, porque, en el caos de nuestra vida que no desaparece del todo, ya disponemos de evidencias, prioridades, límites, inspiraciones y bendiciones, para un nuevo comienzo, para reordenar las cosas mejor.

El quinto día nos dijo que la vida es decisión de Dios, y era bendición de Dios, es don. Estar vivo significa estar llamado a vivir mis posibilidades para gozar de la vida con los que comparto la vida. Y vio Dios que era bueno ese estallido de la vida animal en el aire y en las aguas, la base previa, en la evolución, de lo que iba a ser la vida humana: ¿por qué no acogerla como don, regalo, milagro, maravilla, con alegría? Nos toca recomenzar acogiendo esta mi vida y la vida de otros de manos de Dios. La vida nos la está dando Dios y con ella nuestra dignidad humana. “Y vio Dios que era bueno” …, significa que aprobaba y bendecía el proceso, la evolución de la vida, por las posibilidades que traía para una entrega libre por amor. En este proceso y evolución de la vida, podía haber momentos que a nosotros no nos parezcan bellos ni buenos, pero las posibilidades que encierran son bellas y buenas.

¿Quiero recomenzar a vivir en plenitud? Deberé centrarme en la acción de Dios en mi historia y persona, no sólo en lo bonito de mi vida, sino en el conjunto de mi vida, en cómo Dios me ha ido salvando y me salva. ¿Cómo ha ido entrando Dios en mi vida? Debería tener mi listado de gracias de Dios. Mi vida bendecida me la señalan las gracias recibidas.

Hoy, con ocasión del Sexto Día de la creación en su primera parte, después de haber contemplado el don de las bendiciones y las gracias, contemplaremos el don de las humillaciones, o sea el don de cuanto nos sucede que nos hace bajar de los altos vuelos y volver a nuestra realidad, o sea, el pasar por una cura de realidad. Porque el renacer, el recomenzar, la vida nueva, pasa por una “experiencia pascual”, en que se muere a algo y se resucita a la Vida. Veámoslo:

“Dijo Dios: ‘Produzca la tierra seres vivos según su especie, ganados, reptiles y animales salvajes según su especie’. Y así fue. Dios hizo los animales salvajes según su especie, los ganados según su especie y todos los reptiles del campo según su especie. Y vio Dios que era bueno”.

Se nos describe la vida terrestre: produzca la tierra seres vivos según su especie. La palabra Adam (אדם) viene del hebreo «adamá» (אדמה) que significa tierra. Adán significa, pues, “ser de la tierra”, ser terrestre, porque viene de la tierra. En latín, polvo, suelo, tierra, se dice humus, que tiene que ver también con el ser humano. Aquí se nos dice que la tierra produce vida; luego hay un salto cualitativo, que nos choca porque nuestro esquema evolucionista es más pausado que va de la materia, la química, a la bioquímica, o la vida vegetal, animal y humana. Pero si esto es así, fundamentalmente seguimos diciendo lo mismo: de lo inerte, de lo que no es vida, sale la vida que se desarrolla en la tierra.

Esto se repite en la narración de la creación del hombre “del barro de la tierra”, la del segundo capítulo del Génesis. Pero cuando, siguiendo esta narración del segundo capítulo, se nos dice que la mujer y el hombre desobedecen a Dios, a continuación, viene un diagnóstico sobre las consecuencias de una historia de pecado, en la que el hombre terreno se ve involucrado, desde sus comienzos hasta hoy, y lo expresa así:

“La tierra aparece maldecida por tu causa, por tu libertad autosuficiente. Con fatiga comerás de ella todos los días de tu vida. Te producirá espinas y zarzas, y comerás las plantas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado, porque polvo eres y al polvo volverás”

Este es el diagnóstico social y ecológico, es lo que amargamente vemos: la degeneración de la vida en polvo, el arruinar las relaciones en libertad y hacerlas devenir muerte, el menospreciar las gracias recibidas y hacerlas devenir escombros. Belleza violada, inocencia destrozada, corazón envilecido en actos de autoafirmación, mezquindad y ansiedad, avidez de posesión o dominio, inseguridad transformada en orgullo, todo lo que impide una sana relación en libertad y amor en la casa común.