Cuatro lecciones sobre la Biblia.

Cuatro lecciones sobre la Biblia.
Parroquia de San Lázaro
Mayo y junio de 2019.
Por José Vidal Taléns 1
Introducción. La Biblia: “literatura” humana y “verdad” divina, reveladora del Dios vivo y de la
salvación del hombre.
En la Biblia nos encontramos con relatos muy diversos, procedentes de la larga historia de
siglos que ha venido haciendo Dios con los hombres. En una primera impresión la Biblia es una
colección de libros de literatura antigua. Sí: Literatura, de distintos géneros literarios. Los escritores
son autores humanos (“hagiógrafos” = escritores sagrados), y Dios se revela en la historia de
diálogo entre la libertad de Dios y la libertad de los hombres, de cuya historia y diálogo dan
testimonio los escritos bíblicos, en sus diversos géneros literarios.
La Iglesia, reunida en Concilio Ecuménico, el Vaticano II, enseña: “Hay que confesar que los
libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso
consignar en los libros sagrados para nuestra salvación” (Dei Verbum 11: veritatem… nostrae
salutis causa). Si decimos que son libros “inspirados” que garantizan la verdad de Dios sobre los
hombres, hay que tener muy claro de qué tipo de verdad hablamos, la verdad que tiene que ver
con nuestra salvación, la verdad de Dios que salva lo humano entre los hombres. Pueden haber
coincidencias con verdades de tipo histórico, con verdades de tipo científico o filosófico, pero la
verdad que debemos buscar en la Biblia es la verdad del Dios que se revela, y al revelarse a Sí
mismo muestra su voluntad salvadora respecto del género humano.
Para descubrir cuál es la verdad de Dios y del hombre que libros, tan diversos, nos
transmiten, se hace necesario conocer qué tipo de literatura es la Biblia. Son libros pertenecientes
a diversos géneros literarios, que contienen a su vez posible diversidad de géneros literarios
dentro de ellos. Esto necesitará de precisiones y diferenciaciones respecto de géneros literarios
comunes en la literatura universal.
El Concilio sigue diciendo: “Para descubrir la intención de los Autores sagrados [por qué un
autor se decidió a escribir lo que escribió y como lo escribió], entre otras cosas, hay que atender a
***los ‘géneros literarios’, puesto que la verdad se propone y expresa ya de maneras diversas, en
los textos de diverso género: [p.ej.] los históricos [que, al menos, se remiten a algunos
acontecimientos históricos datables según la historia profana], los proféticos o los poéticos, o en
otras formas de hablar. Conviene, además, que el intérprete investigue ***el sentido que intentó
expresar y expresó [lo que nos quiere comunicar] el Autor sagrado, en cada circunstancia, según la
condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época” (Dei
Verbum 12).

1 No soy un especialista de la Biblia, pero tantos años estudiando la Teología de la Revelación de Dios y la auto-
comunicación de Dios en la persona de Jesús de Nazaret (Cristología fundamental y sistemática), me ha obligado a tener
alguna idea de la literatura bíblica. No obstante, a nivel de divulgación se pueden citar los siguientes libros:
Gerhard Lohfink, Ahora entiendo la Biblia, Paulinas, Madrid 1986 (Stuttgart 1973).
AAVV, Exégesis bíblica. Textos, métodos e interpretaciones, Paulinas, Madrid 1979 (Stuttgart 1976).
Diego Arenhoevel, Así nació la Biblia, Paulinas, Madrid 1980 (Stuttgart 1974).
Pierre Gibert, Así se escribió la biblia, Mensajero, Bilbao 1997; Los libros de Samuel y de los Reyes,
Cuadernos bíblicos 44, Verbo divino, Estella 1990.
Raymond E. Brown, 101 Preguntas y respuestas sobre la Biblia, Sígueme, Salamanca 1996. Las ciencias bíblicas avanzan con gran velocidad, pero espero que lo que aquí digo aún pueda sostenerse en pie.

A este trabajo se la llama “exégesis” o también “hermenéutica”, o sea, es la tarea de la
“interpretación”. El investigador sobre la interpretación bíblica, como el de los textos antiguos,
debe ser consciente de las pre-compresiones que lleva desde su cultura actual, para contrastarlas
con los textos y su sentido, para no hacer decir a los textos antiguos lo que no dicen. Aunque no
acudimos a ellos por simple curiosidad, sino que de alguna forma también los leemos y buscamos
su sentido por si pueden seguir siendo significativos para nuestro tiempo y cultura. Siempre algún
interés guía el conocimiento humano.
Una de las pre-comprensiones con la que podemos acudir es que estos textos literarios
“pertenecen” a una historia religiosa de un pueblo, el israelita o, últimamente, el judío, que acabó
formando parte de la historia de fe en Jesucristo resucitado, propia del nuevo pueblo que congregó
a judíos y gentiles, y hoy a muchos pueblos de la tierra. Prescindir de esta pertenencia al judaísmo y
al cristianismo, metodológicamente es legítimo, porque la investigación bíblica no está cerrada sólo
a los judíos o cristianos. Pero el investigador no judío o no cristiano, que acude a estos textos
bíblicos desde fuera de la unidad y continuidad que contienen para judíos y cristianos, también ha
de explicitar y ser consciente de cuáles son sus pre-comprensiones, más bien ilustradas y
racionales, románticas y simbólicas, sociológicas y económicas, o de la historia comparada de las
religiones y de la fenomenología de la religión.
Ninguna metodología se debe imponer por encima de las otras. Todas se pueden enriquecer unas a otras. Pero por esta misma razón, es legítima y está perfectamente justificada la
que lee e interpreta los textos bíblicos desde su unidad y continuidad de revelación de Dios y del
hombre, tal como lo hace la “exégesis canónica” del judaísmo o del cristianismo.
1. Los relatos de los orígenes
Comenzamos con los relatos sobre los orígenes del mundo y de la humanidad recogen
tradiciones muy antiguas de las culturas y mitologías del entorno pero las transforman,
“desmitologizando”, para revelar lo que ya no pertenece a las mitologías, para revelar al único
Dios creador del hombre, en diálogo de libertad con el ser humano desde su aparición en la
tierra, por difícil que nos resulte describir ese diálogo.
Hay que distinguir entre la información que nos llega desde las ciencias de la
naturaleza e históricas y desde la antropología cultural (cuestiones como el monogenismo o
poligenismo, el lenguaje humano, las migraciones y la aculturación, etc.) y la verdad que nos
comunican los textos bíblicos.
 El relato del escrito *Sacerdotal (“P”) que ordena el acto creador de Dios en siete días.
Este relato se escribe después de la experiencia que Israel sufrió en el Exilio de Babilonia, en
que se abrió a la fe en Yahvé soberano y creador de todo lo real, del cielo y la tierra, frente a otras
explicaciones mitológicas de la creación en las culturas mesopotámicas. El resto de los israelitas que
pudieron volver del Exilio, por el decreto liberador de Ciro rey de Persia, lleva un tiempo desde el s.
VI en adelante, asentándose de nuevo en Jerusalén y Judea, y surgen escribas y sacerdotes que
pueden repensar toda la historia vivida. Uno de los relatos del *Sacerdotal es la primera
composición literaria que inaugura el libro del Génesis.
Frente a los Mitos (cf. el Enuma Elish y sus luchas entre los dioses, el de Gilgamesh) y otras
cosmogonías, se proclama el “Hágase” del Creador, la Palabra creadora de Dios, la pura voluntad de
Dios al crear. El relato del *Sacerdotal dice que Dios es el Creador de todo lo real, Cielo y Tierra, y
en especial del ser humano creado a su imagen y semejanza, “varón y mujer los creó”, en igualdad
de dignidad y en libertad y responsabilidad). No contradice a esta narración *Sacerdotal la anterior
descripción del relato *Yahvista que habla de la creación de la mujer a partir de la costilla de Adán

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no habla de inferioridad o dependencia cuando exclama Adán: “Hueso de mis huesos y carne de mi
carne”; o sea, alguien igual a mí, ni un animal ni una creación de algo inferior.
“Y vio Dios que era bueno…”. “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad
los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra… Mirad, os
entrego las hierbas que germinan semilla sobre la superficie de la tierra…” Los seres humanos se
distinguen del resto de la creación, pues se les encomienda su cuidado y su utilidad en función de la
vida, lo que no significa someter la creación a una explotación de los recursos que ponga en peligro
la creación y, en definitiva, la vida de los seres humanos, por interés sólo de algunos de ellos. Por
eso, la intención del Dios creador era y es buena, y así acaba el relato del *Sacerdotal: “Vio Dios
todo lo que había hecho, y era muy bueno” (Gn 1,31).
Esta bondad de la creación originaria por parte del Creador es la promesa de que, si el
hombre no responde de acuerdo con la intención del Creador, éste dispone en Sí mismo, en su Hijo
y en su Espíritu, del “poder redentor” que pueda llevarla a buen término. Esta promesa fundada en
la revelación de la bondad de la creación, a pesar de las consecuencias no deseables que
contemplamos, es un mensaje esperanzador muy necesario en nuestro tiempo, que a la vez nos
responsabiliza para el cuidado y servicio de la creación en favor de los pobres y desfavorecidos por
las dinámicas de poder y explotación a las que han conducido el egoísmo y la ambición de algunos,
hasta convertirse en estructuras de pecado social y ecológico.
 El relato del escrito *Yahvista (“J”). Relato sapiencial etiológico de la experiencia humana que
constatamos: libertad del hombre, y el mal tentador.
Frente a los cuentos (cf. Érase una vez…) <-> El relato de la creación del barro de la tierra y
la tentación no es un cuento, porque da en su narración una explicación que es sencilla pero muy
profunda: más allá de la fragilidad del barro de la tierra, hay algo más determinante de la
vulnerabilidad del hombre la realidad histórica del pecado: todo mal viene de una ruptura, la del
ser humano con su Creador, el ser humano se pretende dios para sí mismo y para el mundo, dueño
de todo.
Dicho en otras palabras: No acierta en su lucha por la subsistencia, y su libertad es tentada
por el dominio y el poder sobre la realidad. Confunde el deseo de Dios sembrado en su alma, con el
deseo de omnipotencia, que le sitúe por encima de toda norma, por encima del bien y del mal.
“Seréis como dioses”. Es el sinsentido de todo pecado. Es el pecado en sentido teológico.
Frente a las Fábulas ejemplares (La hormiga y la chicharra…) <-> Los Relatos etiológicos nos
hablan con elementos de lenguajes mito-poéticos de experiencias históricas humanas reales:
 Ruptura y tensión del hombre respecto de sí mismo: “Quién te ha hecho ver que estabas
desnudo”. (cf. M. De Paz, 35)
 Ruptura y tensión en la pareja humana. De la unión se pasa al dominio: “Hacia tu marido irá
tu apetencia y él te dominará”. (36)
 Ruptura y tensión entre la madre y los hijos: “Con dolor parirás tus hijos”. (36)
 Ruptura y tensión entre el hombre y la naturaleza: “Maldito sea el suelo por tu causa:
sacarás de él el alimento con fatiga todos los días de tu vida” (Gn 3,17). (36)
 Ruptura entre los hermanos, entre los seres humanos llamados a ser hermanos: Caín y
Abel. “Mas si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te
codicia, y a quien tienes que dominar” (Gn 4,7). Pero Caín elige seguir el impulso fratricida
de la envidia y mata.
 Ruptura entre los pueblos. La historia de Lamec y los descendientes de Caín ilustra el origen
de las guerras entre los pueblos. Con el progreso vino la capacidad mayor de hacer bien y la
capacidad mayor de hacer mal, y se desató la espiral de la violencia basada en la venganza,
hasta hoy: Caín será vengado siete veces, mas Lamec lo será setenta y siete (Gn 4,24).
 Los relatos de Babel, Noé y el Diluvio muestran las consecuencias del pecado de la soberbia
humana que se deja llevar por el deseo de omnipotencia y dominio.
Estos relatos son de gran significación para nosotros hoy, con nuestra conciencia ecologista
y solidaria, contraria a la sobreexplotación de la tierra y al dominio global sirviéndose del control

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sobre el progreso tecnológico, por parte de los inversores y los que lo controlan. Pero los relatos
llevan un claro componente moral: lo que enfurece a Dios, lo que clama al cielo, por encima de
todo, es la sangre derramada, la muerte de sus criaturas humanas, la violencia ejercida del hombre
contra el hombre por el poder de las armas o el poder económico: “La tierra estaba corrompida en
la presencia de Dios; la tierra se había llenado de violencias (Gn 6,11).
¿Por qué estos relatos sapienciales del *Yahvista se conciben como relatos “etiológicos”?
Porque cuando se escriben, el sabio o sabios que los reúnen y redactan, por supuesto contando con
tradiciones orales más antiguas, ya han hecho experiencia de que el pueblo de la Alianza, Israel,
que ya se había dividido en dos, Israel al norte y Judá al sur, porque no ha sido capaz de
mantenerse en la Alianza, a pesar de disponer los mandamientos de la Ley. ¿No será que esta
incapacidad para cumplir la Ley de Dios tiene su causa en los orígenes de la humanidad y nos afecta
aún después de conocer la voluntad de Dios mediante su Ley?
Ese es su pensamiento: la infidelidad del hombre a Dios debe remontarse a los tiempos
antiguos, a los orígenes de la humanidad, lo que explicaría que el poder tentador del mal,
representado por los dioses o demonios cananeos, que rivalizan con la fe en Yahvé, perdura en la
actualidad, tentando al pueblo de la Alianza. No olvidemos que los dioses que rivalizan entre ellos
no se preocupan de la justicia entre los humanos, sino de su culto y sus exigencias; significan, pues,
la ausencia del valor ético de la justicia
El sabio o sabios que escriben estos relatos del Yahvista-Elohista pertenecen al tiempo de la
corriente de pensamiento deuteronomista, que se dio mientras se intensificaba el profetismo allá
por el siglo VIII y VII a. C. En ese tiempo se estuvo invitando al pueblo a volver a la Alianza con
Yahvé, abandonando las injusticias y las tentadoras divinidades cananeas de la fecundidad
(denuncias de los profetas), volviendo a ser fieles a la Ley de Moisés, ahora reformulada con gran
fuerza y elevación ética solidaria entre los miembros del pueblo y hasta con los extranjeros. Es el
libro del *Deuteronomio,
No había bastado disponer de la Ley para ser fieles. Ahora los relatos les hacían conscientes
de que la tentación era muy poderosa, venía de lejos, y debían libremente superarla, eligiendo la
voluntad de Dios. Por eso el libro del Deuteronomio invitará al pueblo a “pegarse a su Dios” y serle
fiel cumpliendo su Alianza.
2. Abrahán, el tiempo de los Patriarcas
Introducción: Los tiempos de los antiguos relatos o ciclos de los patriarcas.
 Los relatos bíblicos hablan de una historia antigua, pero repensada teológicamente, desde la fe
de cuando se escriben los relatos, tiempo deuteronomista de Josías, tiempo del Exilio y
postexilio:
1) Todo comienza con David y la monarquía y la división en dos reinos a partir de Salomón,
el del Norte Israel y el del Sur Judá, en los libros históricos con teología deuteronomista:
Josué, Jueces, 1 y 2Samuel, 1 y 2Reyes.
2) Que se remiten a una historia fundacional del pueblo con Moisés, y el nacimiento de un
pueblo o nación, en Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio, ,
3) Que se remontan a las tradiciones patriarcales bajo el nombre de Abrahán en un
encuadre general como origen de dos pueblos Ismael (árabes) e Isaac (israelitas), en
Génesis. Algo parecido nos encontramos en historias nacionales, figuras paradigmáticas
antiguas (3), figuras fundacionales envueltas en leyendas (2) y figuras más recientes bien
datadas y documentadas históricamente (3).
 Los relatos patriarcales se escriben a finales del siglo VIII y durante el siglo VII a. C. (relatos
Yahvistas, Elohistas, Deuteronomistas) y se completan después del Exilio siglos VI-IV (relatos
Sacerdotales, Sapienciales, Sálmicos, Proféticos, Relecturas históricas, Escritos didácticos…).
 Los tiempos de que hablan habría que remontarlos hacia el siglo XVIII a. C para Abrahán, siglo
XII para Moisés, siglo X-IX para David, cuando Israel llega a ser un pueblo, nación, monarquía y
pueden empezar a dar unidad a las tradiciones patriarcales vinculadas a distintos santuarios y

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tribus, así como dar unidad a las distintas tradiciones de la larga construcción y orígenes
fundacionales del pueblo, liberado de tanta esclavitud, desde la memoria de la liberación de la
opresión de unos antepasados suyos en Egipto..
 Después de David y de Salomón, empezarán las tradiciones de El Yahvista desde Judá; el
Elohista desde el reino del Norte llamado Israel, o Efraím.
 Las tradiciones escritas del relato Yahvista y Elohista habría que datarlas en la época de la
Reforma de Josías cuando el tiempo de la revisión deuteronomista de las tradiciones, en el
Deuteronomio, en la historia deuteronomista y en el profetismo, o sea, en el siglo VIII a. C. Dios
habla, se hace escuchar su Palabra en la experiencia de los profetas que evocan la Alianza de
Dios con su pueblo y la responsabilidad de su pueblo ante Él. Dios lleva la iniciativa, conduce la
historia, a pesar del pecado e infidelidad de Israel a la Alianza y a la Promesa.
 La síntesis lograda todavía debía incorporar la experiencia decisiva del Exilio en la que se
culmina la experiencia del Dios Vivo, Dios único y no hay otro, Dios de la tierra y la
descendencia, pero cuya Gloria puede emigrar a Babilonia con su pueblo y habitar en su
corazón humillado y quebrantado.
 La Vuelta del Exilio, siglo VI, en virtud de un liberador Ciro, y sin olvidar la función redentora del
pueblo vislumbrada en la figura del Siervo de Yahvé, les hará soñar con la restauración del
Templo, en levantar la tienda caída de David, restauración del culto para la cual se hará
necesaria una relectura de las tradiciones patriarcales y mosaicas desde la perspectiva de los
Sacerdotes, al frente de un pueblo que ha de dar culto al Dios vivo y único y trascendente. Así
nació la literatura del *Sacerdotal, escribas y sacerdotes releyendo toda la historia de Israel
desde sus preocupaciones centradas en el culto restaurado
Un Díptico con dos Paneles en el libro del Génesis: Gén 1-11; Gén 12-54
 La verdad teológica más destacada en el Génesis girará en torno a la de Bendición-Maldición.
 El mundo sale de las manos de Dios bueno, su designio era y es y será bueno (y vio Dios que era
bueno). A esta bondad pertenece la dignidad del ser humano creado a imagen y semejanza de
Dios, capaz de un amor en libertad. Pero por el mal uso de dicha libertad se encontrará con la
maldición, y los hombres y mujeres harán la experiencia histórica de lo trágico que resulta a
veces su existencia, por las tensiones irresolubles y crecientes que aumentan el mal como en
espiral (Gén 1-11).
 Pero en contraste aparecerá como en un segundo panel la iniciativa de Dios de mantener la
bondad de su designio al crear. Por eso se irá revelando poco a poco como Bendición para el
hombre. Esto es lo que comienza con Abraham inaugurando una Historia de la Salvación, en
que redimirá al ser humano de su tragedia y se le revelará como Dios Amor fiel y le revelará su
capacidad de amar y redimir a sus hermanos. Será una historia de Dios con los hombres para su
redención y elevación, que vayan asumiendo lo que es digno Dios y digno del hombre. Será
esencial recuperar la fe y la confianza en que Dios no nos pudo crear para el mal, más tarde o
más pronto nos redimirá de los males que sufrimos.
o El hombre por sí solo está bajo el signo del pecado y de la maldición [tragicidad de la
existencia humana]. Pero esta trama del mal en Génesis 3,14.17; 4,11; 5,29; 8,21; 9,25-
26, es borrada por la gracia divina, que anula la maldición con la bendición de Abrahán,
el justo, llamado por Dios.
o Efectivamente, en la narración Jahvista de la vocación de este patriarca (12,1-4) se
repite hasta 5 veces la raíz hebrea “brk”, bendecir, es la gracia que se derrama y que da
origen al hombre nuevo, al Adán según justicia, al Abrahán “nuestro padre en la fe”
(Rom 4).
o Así Génesis comienza del 1 al 11, con el Y “vió Dios que era bueno” y sigue con la caída
del hombre en el pecado, vuelve a bendecir la creación después del diluvio, pero vuelve
el cundir la maldad entre los hombres. Este mal in crescendo de 1 a 11, tiene la
respuesta de Dios a partir del 12 con la bendición en Abrahán.

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o Así el Génesis es como un díptico con un doble panel: en el primero la historia de la
humanidad y los pueblos en su tragedia; y en el segundo panel con Abrahán la historia
de la salvación que inicia Dios como respuesta al hombre, responderá con su gracia y
bendición.
La saga de Abrahán.
 Sal de tu tierra… Abrahán es el prototipo del hombre de fe en el que debía mirar el pueblo de
Israel: 12,1-4; 15,1-6; 17,17; 18,12-15. Al final vendrá Isaac que significa Yahvé ha reído. Pero
aún vendrá la prueba definitiva de la fe despojada de todo apoyo, sólo queda Dios y aún me
queda Dios: Gen 22 (*Elohista), definido por Kierkegaard como paradigma de todo itinerario de
fe: Toma ahora a tu hijo… vete… Silencio de Dios, silencio de Abrahán, silencio del hijo… hasta
que lo rompe con su ingenuidad: Padre. ¿Qué quieres hijo?
 Hay que confiar en Dios y en sus promesas: la tierra, la descendencia… pero la fe es “esperar
contra toda esperanza” en Dios, a pesar de que se cumplan o no sus promesas. Bien lo vio
Pablo en Rom 4,17-21. Al final de la prueba recibe a su hijo Isaac ya no como hijo sino como la
“promesa” de Dios, bendición de Dios para toda su descendencia en sus diversos pueblos.
 La relación entre Dios y Abrahán se describe en los relatos con el nombre de “berit” (Gen
15,17), alianza, pacto, promesa, juramento, porque es Dios quien toma la iniciativa de salvar y
es Él el que se compromete. Al hombre se le pide que corresponda a la alianza, pero Dios no la
romperá si el hombre no la cumple. Por eso es “promesa”, juramento de Dios. Al hombre se le
pedirá un signo en su cuerpo, la circuncisión (Gen 17. *Sacerdotal, “P”. La palabra alianza sale
14 veces, número de plenitud 7+7).
 Tres líneas estructurales
o Línea biográfica una saga familiar con tres ciclos: Abrahán-Isaac, Esaú-Jacob, los hijos
de Jacob hermanos de José, que deriva en una narración autónoma por sus
caracterizaciones personales (relato sapiencial novelado). Implica un tiempo histórico y
sociológico: una historia de migraciones en una época de inestabilidad cultural y étnica,
cuyo fondo está documentado por los archivos de las ciudades-Estado de tránsito
(Mari, Nazu, Ebla). Y sobre el gran tablero de las dos superpotencias: la asirio-
babilónica y la egipcia.
o Línea narrativa. Las tradiciones se han coordinado entre sí, con incoherencias y
repeticiones. Pero todo está dirigido hacia la gran escena final del cap. 50 para dar paso
al Éxodo: Se organiza un gran cortejo de hijos, nietos y siervos que devuelven a la tierra
prometida los despojos mortales de Jacob, en el hogar nacional de Israel. Después de
enterrarle en Israel, vuelven los hermanos y siervos con José a Egipto que los seguirá
protegiendo. Comienza el libro del Éxodo con los descendientes de Jacob en Egipto y su
opresión.
o Línea teológica: Dios ha respondido al hombre en fidelidad a sus criaturas en el espacio
y en el tiempo, les será cercano procurándoles tierra y descendencia, signos de la
bendición divina. Aquí, estas dos coordenadas de la tierra y de la descendencia las irá
profundizando Israel desde su fe en el Dios que se les revela cercano y salvador, hasta
pasar por la experiencia de perderlo todo durante el Exilio en Babilonia

 El género literario de estos relatos sobre los patriarcas es el de las Sagas. Historias sobre los
orígenes en unos antepasados familiares en quienes se proyecta el ser y no ser de ese pueblo,
su verdad, su esencia.
3. Relatos didácticos o sapienciales y parábolas
Introducción: Los géneros literarios: Etiologías, sagas himnos, oraciones, proverbios,
narración didáctica, narración histórica, narración confesional…, todo se fusionaba y se confundía
en lo que llamaban “Historia Sagrada”.
1. Vimos las Etiologías en los 11 primeros capítulos del Génesis: relatos sobre los orígenes
indisponibles, pero que explican lo que vemos y experimentamos en el presente, como su
causa (aitía).

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2. Vimos la Saga de Abraham. Sagas: Una narración que durante largo tiempo se ha transmitido
oralmente y en la que se han conservado experiencias o vivencias multiseculares de un pueblo.
Hay un acontecimiento del pasado, fuera de lo cotidiano, que, narrado por un poeta o narrador
cualificado, ha ocasionado la saga que comienza a transmitirse oralmente en determinados
lugares. Estos poetas narradores querían expresar la impresión, la vivencia, que dejaba el
acontecimiento en cuantos lo vivían o transmitían. La saga no reproduce un suceso tal cual,
sino intenta transmitir la vivencia religiosa de lo que se narra para generaciones posteriores. Cf.
Jue 5,19-22. Éx 15,3-11.
3. A diferencia de las sagas de los patriarcas veremos en la próxima cuarta lección los Libros
históricos que se parecen a los de los cronistas, pero que se diferencian fundamentalmente de
ellos. Los escritores de la corte, que vivían en las residencias reales y anotaban en los Anales o
anuarios los acontecimientos notables sucedidos cada año, y que normalmente deberían
tender a ser objetivos y aportar datos cuantificables, no podían ser críticos con quienes les
daban de comer; en cambio, los autores sagrados que narran la historia de Israel, lo que más
les importa es dejar constancia si los sucesivos jefes o reyes de Israel y luego los de Judá han
sido fieles o no al Dios de la Alianza..
4. Veamos un ejemplo de transformación de un género literario (Gén 32,23-33), para comprender
cómo el texto que nos ha llegado puede tener una larga historia creativa.
 El vado del río Jabbok (también podría ser un cruce o bifurcación de caminos. Conocemos
muchas historias parecidas (luego estamos ante un género literario), sobre espíritus
salteadores de caminos o demonios, las cuales tienen lugar en trayectos lúgubres y
solitarios. A eso se añade que, en aquel sitio, llamado Penuel = rostro de Dios, había un
altar donde sería costumbre ofrecer un sacrificio al espíritu del vado antes de cruzar el río.
Si no se hacía así el demonio se vengaría.
 Pero he aquí que, en el caso de Jacob, éste es tan fuerte como el espíritu y lucha con él. No
ofrendó nada y además obligó al espíritu a que le diera su bendición. Relato pre-israelita
pagano porque el espíritu del vado de Penuel se cuenta entre los numerosos y pequeños
dioses que poblaban la naturaleza pagana, sólo que eran poco más poderosos que los
hombres.
 El relato está tan estrechamente ligado a aquel lugar, que los israelitas creyentes en Yahvé
lo adoptaron cuando llegaron allí. Pero si había de ser Yahvé empezó a relatarse aquel
relato como atribuyéndoselo al patriarca Jacob. Ahora era el Dios único representado en
aquel espíritu del vado de Penuel.
 Sin embargo, en aquella violencia y brutalidad de la lucha cuerpo a cuerpo, se expresaba el
no poder comprender a Dios en tantos acontecimientos de la vida y, a la vez estar seguro
de tener que verse con el mismo Dios. Se trata de la misma fe que Isaías (45,6s.) formularía
más tarde: “Yo soy Yahvé y no hay otro: artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de
la paz, creador de la desgracia”.
 Un escritor que vivió más tarde puso esta antigua lucha con el “espíritu del vado” en
relación con el nombre de Isra-El, que venía a significar “Dios lucha”. Así entendió el nuevo
nombre de Isra-El para Jacob como “el que lucha con Dios”. Con ello llegamos a una de las
interpretaciones más atrevidas sobre la fe para el pueblo de Isra-El: creer significa luchar
con la incompresibilidad de Dios en tantos momentos de la vida y, sin embargo, no dejarlo,
pegarse a Él, aguantar con Él, hasta recibir de Él su bendición.
5. Veamos ahora narraciones didácticas:
Comencemos por una de las composiciones didácticas más antiguas de la Biblia transmitida
en el libro de Jueces 9,8-15:
“Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: – Sé tú nuestro rey. Pero el
olivo dijo: – ¿Y voy a dejar mi aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a
mecerme sobre los árboles?
Entonces dijeron a la higuera: – Ven a ser nuestro rey. Pero dijo la higuera: – ¿Y voy a djar mi
dulce fruto sabroso para ir a mecerme sobre los árboles?

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Entonces dijeron a la vid: – Ven a ser nuestro rey. Pero dijo la vid: – ¿Y voy a dejar mi mosto,
que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?
Entonces dijeron a la zarza: – Ven a ser nuestro rey. Y les dijo la zarza: – Si de veras queréis
ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mi sombra, y si no, salga fuego de la zarza y
devore los cedros del Líbano”.
A buen entendedor… Queréis dejar de tener a Dios como rey y regiros por su Ley, y os vais a
hacer un rey como el resto de las naciones, que como la zarza si os acercáis os pincharéis y
si estáis lejos un día su cólera arderá contra todos. Entendido, los grandes de las naciones y
los poderosos explotan y oprimen, y no ceden a sus impulsos de dominios y conquistas
llevándoos a la guerra y a la muerte.
Esta está clara que es una ficción o fábula inventada. Pero hay otros escritos que
pareciendo historia no lo son. Las narraciones de Tobías, Judit y Ester, se toman muchas libertades
respecto a nombres, tiempos, lugares geográficos, sucesos, lo que hace que su género literario no
es el de la historia sino relatos edificantes, didácticos, de los que sólo importa determinar la
intención de cada libro y deducir “la enseñanza” que contiene.
 Tobías: el deber de dar sepultura con los muertos, la providencia que endereza lo que nos
pasa para bien, un elevado sentido de la relación matrimonial desde la oración, el valor de
dar limosna al necesitado… s.IV-III.
 Judit: la narración de una victoria del pueblo elegido sobre sus enemigos, merced a la
intervención de una mujer creyente y valiente, nos alecciona sobre la necesidad de confiar
siempre en Dios, que faltaba en la apatía de los jefes del pueblo, la fe en la fuerza de la
oración y la obediencia religiosa, y se abre ya una perspectiva universalista del Dios de los
judíos… s.II-I.
 Ester: de nuevo la liberación de la nación por medio de una mujer, un nacionalismo
exacerbado, intrigas y violencia, son expresión dramática de la singularidad de la vida de los
israelitas y judíos por su fe en Yahvé único Dios y su Ley, singularidad que era
incomprendida y rechazada por el mundo antiguo helenizado politeísta; de nuevo la
Providencia gobierna todas las peripecias del drama y los actores del drama saben que han
de poner totalmente su confianza en Dios… s.III-II.
 Libro de Jonás, toma el nombre del profeta antiguo Jonás que aparece en 2Re 14,25, pero
no tiene nada que ver, es posterior al s.V.
El ejemplo más grandioso de narración didáctica. Enseña que las amenazas que se ciernen
sobre Nínive son expresión de la voluntad misericordiosa de Dios, que sólo espera alguna
muestra de arrepentimiento para conceder su perdón; de nuevo un universalismo de la fe
en cuanto que Yahvé también se preocuparía de Nínive, no israelita. Es una narración que
agrada con sus ironías e imaginación.
La narración de Jonás (p. 101).
La última escena, en que Dios y Jonás solos dialogan frente a frente, demuestra con toda
claridad que se trata de una narración didáctica. Llegamos al punto culminante de todo el
relato. Aquí vemos por qué Jonás huía de la misión de Yahvé a Nínive y se pone en
evidencia las diferencias entre Dios y el hombre Jonás, el pueblo. Comienza Jonás hablando
enojado porque Dios se compadece de Nínive. Y Dios responderá justificando su
misericordia con Nínive. En medio el gracioso ejemplo del ricino, con la breve pregunta de
Dios: “¿Crees tener razón al enojarte por este ricino? La mera ordenación de los elementos
nos indica que es una escena ficción, construida para cautivar la atención del lector e
instruirlo, para que escuche la protesta de Dios contra la dureza del hombre: ¿Y no voy a
afligirme yo por Nínive la gran ciudad…? Es a nosotros, al pueblo, a quien se dirige la
pregunta. Al pequeño sufrimiento de Jonás por la falta de sombra se contrapone nada
menos que el gran dolor de Dios por las 120.000 personas que hay en Nínive, y matiza, que
no saben distinguir su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales…Los datos
son inexactos: ni los monarcas asirios residían en Nínive ni lo nombra por su nombre, y
cuando cuenta esta narración ya no existía la ciudad. Nínive es el símbolo del poderoso

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gran mundo pagano, al que israelitas y judíos condenan y cada vez se encierran más en sí
mismos y no quiere comprender por qué eligió Dios a este pueblo, para que fuera luz de las
naciones y en Abrahán todos los pueblos pudieran ser bendecidos.
Así que, ¡señoras y señores, vosotros sois este Jonás!
 El Libro de Job y el problema de la desgracia y el sufrimiento de los inocentes. Hay que leer
el libro seguido porque según qué párrafo diremos que es lo que quiere enseñarnos o no,
pues se plantea los esquemas de culpa y castigo con los que nos barajamos los humanos y
la novedad que aporta el libro que eso no siempre se da y dicha experiencia clama contra
Dios y éste la permite. No hay solución. Sólo queda la fe. El final en que Dios resarce de
nuevo a Job de todas sus pérdidas no tiene porqué suceder en esta vida, apunta a la
escatología, y sugiere que sólo un Dios capaz de resurrección (“yo mismo lo veré, y en esta
carne mía” …) puede hacer justicia a los que han sido víctimas de las injusticias en este
mundo. De momento, el no saber y la fe, el resistir en la fe ante la sabiduría de Dios que
nos sobre pasa en su providencia y en sus silencios.
6. Parábolas y comparaciones de Jesús sobre el Reinado de Dios que llega, y cuando llega qué
pasa.
Comencemos por una parábola del libro de Samuel, la de la oveja del pobre, que le cuenta
el profeta Natán a David, y el final: Ese hombre merece la muerte por robar la corderilla del pobre.
¿Ese hombre eres tú!
 Comparaciones. ¿A qué compararé…? Parábola del Sembrador. Prodigalidad del reinar de Dios.
Otras comparaciones: “El Reino de Dios se parece a…” Se ve enseguida que viene una
comparación, un ejemplo, tomado de la vida cotidiana, la oveja perdida, el dracma perdido, el
tesoro escondido, la levadura en la masa de unas mujer, la semilla que crece de noche, el trigo
y a cizaña. Las parábolas como comparaciones son más de estilo sapiencial.
 Parábolas en sentido estricto, con su intriga o suspense e implicación del que escucha en el
relato (de mea res agitur). Las Parábolas stricte sensu son más de estilo profético:
Los invitados a las Bodas reales que se excusan… Id a los caminos (Lc 14,16-24)
El Hijo pródigo (Lc 15,11-32)
El Buen samaritano (Lc 10,29-37).
Los Obreros de la viña (Mt 12,1-11).
El Siervo despiadado (Mt 18,23-35).
El Administrador infiel (Lc 16,1-8).
Los Viñadores homicidas (Mc 1-11)
Las diez Doncellas que esperan al Esposo (Mt 25,1-13)
Los Talentos (Mt 25,14-30). Etc.
4. La Historia en la Biblia, libros llamados históricos y, finalmente, la historia de Jesús.
Memoria histórica de una Historia de Salvación, la historia de Dios con los hombres.
1.- Hemos visto relatos del Yahvista-Elohista (J-E) y Sacerdotal (P) que reúnen recuerdos de
épocas antiguas unidos a los nombres de los patriarcas desde tribus hebreas nómadas a sucesivos
asentamientos en Canaán y migraciones a Egipto. Abarcan tradiciones que podrían remontarse
desde el s. XVIII al s. XII a.C. Tienen coincidencias con lo que dicen los historiadores del entorno
cultural desde Mesopotamia a Egipto, la Media Luna fértil. Pero desde el punto de vista del
historiador, arqueólogo y antropólogo de la cultura, no pueden decirnos mucho más: coincidencias.
Dijimos que por el s. VIII a.C. pudieron comenzar a ponerse por escrito estos relatos
transmitidos por la tradición, y que hoy conforman algunas de las narraciones del Pentateuco. Por
tanto, hay que distinguir entre diversos tiempos:
 uno es el tiempo al que se remontan los recuerdos más antiguos y la experiencia religiosa o
creyente que en aquel tiempo pudiera darse;
 otro el tiempo en que se van forjando tradiciones orales sobre aquellos recuerdos y las
correspondientes experiencias religiosas o creyentes;

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 y otro es el tiempo en que se recopilan los recuerdos y se escriben recreándolos en formas
narrativas, con las experiencias religiosas o creyentes del tiempo de los autores-redactores.
Tiempo de los acontecimientos; tiempo de las tradiciones; tiempo de las narraciones. En
nuestro caso, pensando en los Patriarcas, entre su época y las narraciones escritas pasaría unos
diez siglos. Y en el caso del Éxodo entre los acontecimientos fundantes y las narraciones escritas,
unos cinco o seis siglos. No debe extrañarnos que se haya recreado legendariamente la memoria
colectiva del pueblo de Israel. Sólo que la experiencia religiosa y creyente del tiempo en que se
escriben los relatos hace que lo que nos transmiten sea verdad de Dios para los hombres, y esa
experiencia de fe haya podido retro-proyectarse a los acontecimientos originarios de los que
hablan los relatos: es la fe en el Dios que salva y puede volver a salvar porque es un Dios
comprometido con los hombres (Alianza), lo que funda la infalibilidad de su promesa, más pronto,
más tarde o escatológicamente.
No podemos decir que esa proyección que se remonta al patriarca Abrahán nos engaña.
Porque si el ciclo de relatos sobre Abrahán y su descendencia nos habla de los pasos que da el
creyente en el Dios de las promesas más allá de que se cumplan o no las promesas, algo de esa fe y
confianza pudo ya vivir el nómada Abrahán y su familia a lo largo de sus desplazamientos. Aunque
esa aventura de la fe, desde el salir de la tierra y de la casa de su padre hasta no poder asegurar su
descendencia por su poder generador sino haberla de recibir como don de Dios, ese drama del
creyente que ha de radicalizar su confianza en sólo Yahvé, pudo vivirse con tanta mayor claridad
cuando el pueblo de Israel y de Judá divididos, casi diez siglos después de los tiempos de los
patriarcas, allá por el s.VII, se ven amenazados de perder la tierra y el templo, al ser invadidos por
los imperios que emergen y tener que ser deportados al Exilio.
Habrá que aferrarse sólo a Yahvé más allá de sus promesas, esperando, contra toda
esperanza, que él podrá volver a salvar. Esta verdad de Dios y del creyente, que comunican los
relatos del ciclo de Abrahán, es verdad que nos salva y nos construye, verdad para nosotros como
ya lo fue para Pablo en su carta a los Romanos (4,18) y para Hebreos (11,8-16). Es la misma verdad
que nos transmite la historia y la vida de Jesús hasta su muerte y resurrección, por eso el cuarto
evangelio pudo poner en boca de Jesús que “Abrahán vio mi día y se alegró” (Jn 8,56).
2.- Lo mismo podemos decir respecto del Éxodo. El Éxodo nos narra un acontecimiento,
datado en los tiempos de Ramsés II, faraón en Egipto: unas tribus hebreas se vieron oprimidas en
Egipto y salieron de allí hacia el norte. Los historiadores piensan que este acontecimiento puede
corresponder a distintas migraciones de tribus hebreas entre Egipto e Israel. Pero un una salida o
éxodo de ciertas tribus hebreas acaudilladas por Moisés hacia el s. XII a.C., debió ser vivido con un
exceso de significación, como un hecho que dejó huella; no era pues una migración más ni una
escapada más.
Aquel Éxodo hay que considerarlo histórico por la repercusión posterior, y por la ubicación
espacio temporal y las condiciones de vida recordadas, totalmente verosímiles según la
historiografía de aquellos tiempos. Si se prescinde de la historicidad del acontecimiento fundante
de la existencia de un pueblo como Israel, no se explica que determine tan fuerte e
irresistiblemente la historia de dicho pueblo durante todos los siglos posteriores, reclamándose
siempre a aquellos orígenes. ¿Por qué tuvo tan gran repercusión? Porque fue transmitida como
acción liberadora de su Dios, Yahvé, con Moisés al frente de los que salieron. Acontecimiento,
memoria de la acción liberadora de Yahvé, caudillaje de Moisés y vocación de formar un pueblo de
entre los que salieron, en la nueva tierra de Canaán, fue conservándose todo ello unido en la
memoria que traspasó varios siglos. Cuando se narran los acontecimientos, es normal que el
narrador magnifique la dificultad para conseguir salir, y la incapacidad del Faraón y sus gentes para
poder retenerlos, porque el resultado desde el que escribe, la continuidad de un pueblo vinculado a
Yahvé a pesar de todas sus infidelidades, es increíble si no es que Dios ha actuado en favor de su
pueblo al tiempo que ha ido revelando mejor su voluntad para sus humanas criaturas.
Por eso, la memoria de la acción liberadora de Yahvé vino unida al compromiso de la
Alianza entre Yahvé y su pueblo estipulada sobre un código que llamamos “mandamientos” y

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asociada al Sinaí. La historicidad del Éxodo no se debería poner en duda porque la memoria de
aquel acontecimiento está a la base de los diversos relatos, que lo sitúan al nivel de acontecimiento
fundante de la fe de Israel en Yahvé liberador, comprometido con su pueblo, garantizando la
viabilidad de su promesa.
3.- Llegamos a la reforma de Ezequías y luego de Josías con la redacción del libro del
Deuteronomio, y la posterior redacción de la Historia deuteronomista.
El libro de la Ley o “Documento de la Alianza” fue hallado en el templo de Jerusalén en el
año 621 (según 2Re 22-23), s. VI a.C., durante el reinado de Josías y su reforma religiosa en Judá
que extiende a Samaria. Este Documento de la Alianza correspondería al libro del Deuteronomio 5-
28, que pudo redactarse con anterioridad, un siglo antes, s. VII a.C., fruto de la gran predicación
profética de Amós, Oseas, Isaías 1-39, Miqueas, y en un contexto de reforma religiosa con el rey
Ezequías, a partir de la caída del Reino del Norte Israel, cuando tribus del Norte fueron deportadas
a Nínive (primer exilio).
El Deuteronomio refleja la gran teología de la Alianza, como una profundización y una
actualización de las tradiciones del Éxodo y del Sinaí en el momento en que hay que recordarles a
Israel y a Judá que su salvación depende de la fidelidad a la Alianza de Dios con ellos. De ahí el gran
nivel cúltico y ético que refleja este escrito. Un solo Dios (Dt 6,4-5), un santuario o templo en
Jerusalén (Dt 12,5-6ss.), un pueblo santo, unido justo y solidario (Dt 7,6; 4,20; 14,2; 26,18-19), son
el fundamento que podrá sostener la posesión de la tierra. De lo contrario, les pasará lo mismo que
a los otros pueblos, en conflicto entre ellos con victorias y derrotas, sumisiones y deportaciones. El
Código del Deuteronomio es una ampliación y ulterior desarrollo del Decálogo y del Código de la
Alianza (Ex 20-23). Esta vez, frente a las alianzas patriarcales y davídica que eran unilaterales y
graciosas, este Código de la Alianza de Horeb (=Sinaí), promulgado en los Llanos de Moab ofrece
cierta bilateralidad, carga de responsabilidad al pueblo para que responda en fidelidad como
pueblo que pertenece a Yahvé con todas las obligaciones o deberes aquí recogidos (Dt 30,15-18).
Hasta el punto que a ese cumplimiento está vinculada la posesión de la tierra (cf. Dt 9,4-5 con Dt
4,25-26; 8,19-20; 28,21 ss.).
Cuando hacia los siglos VI-V a.C. pudo comenzar a componerse la Historia deuteronomista
(HDta) se inspira en la teología del Deuteronomio, y el autor deuteronomista completa el libro para
situarlo al inicio de su Historia. Para ello, comienza añadiendo Dt 1-4 para conectarlo con los
acontecimientos del Sinaí y la marcha por el Desierto con Moisés al frente. Sigue el cuerpo del libro
de la Alianza, para acabar completándolo con los capítulos 29-34 para conectarlo con el libro de
Josué. Al libro del Deuteronomio, pues, siguieron los libros llamados “históricos”: el de Josué,
Jueces, Samuel I y II y Reyes I y II, propios del redactor de la Historia deuteronomista.
Para su composición tuvo a mano unas fuentes oficiales de las Cortes de los Reyes de Israel
y Judá, como listas de altos dignatarios y oficiales de David, datos oficiales sobre delimitación y
fronteras de las tribus, así como listas de comarcas y lugares. El relato sobre la renovación de la
Alianza por Josías (2Re 22,3-20; 23,1-3 y 2-23) está tomado de las Memorias oficiales. La historia de
los reyes, tanto de Judá como de Israel, no hubiera sido posible sin el acceso del autor a los Anales y
Crónicas de las Cortes Reales. Dispuso también de fuentes no oficiales como el relato de Jue 9 sobre
el reinado de Abimelec y la Historia de la ascensión de David (1Sam 16; 2Sam 5); la Historia de la
sucesión de David (2Sam 9-20; 1Re 1-2); de anécdotas populares (Jue 15,1-8); 16,1-3; 2Sam 23,8-
22); sagas y leyendas épicas sobre los caudillos de Israel (Jos 1-11; Jue 3-16; 1Sam 11; 13-14; 17);
narraciones etiológicas toponímicas cultuales (Jue 6,11-24) o sagradas (1Sam 1-4); relatos
proféticos a modo de florecillas (los ciclos de Elías, Eliseo e Isaías esparcidos a lo largo de 1Re y
2Re).
A estas fuentes hay que añadir la mano redactora del autor de la Historia deuteronomista,
generalmente a través de discursos en boca de los protagonistas y reflexiones propias donde
expone su pensamiento histórico-teológico (Jos 1; 23; 1Sam 12; 1Re 8; 1Re 9,4-7; Jos 12; Jue 2,11
ss.); 2Re 17,7ss.). En esta exposición sigue la marcha esquemática de la historia de Israel: Etapa de
la conquista o período de Josué, período de los Jueces, establecimiento de la monarquía de David y

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Salomón, período de gracia y esperanza, y de Salomón al exilio, el Reino del Norte, Israel, a Nínive,
el Reino del Sur, Judá, a Babilonia, en declive salvo el tiempo de Ezequías y el de Josías.
La Historia deuteronomista se compuso por sacerdotes y escribas en el Exilio para explicar
el sentido de la catástrofe del 587, s. V a.C., con la caída y destrucción de Jerusalén y consiguiente
deportación de la mayor y mejor parte del pueblo dejándoles sin monarquía, sin templo ni culto
sacrificial, sin tierra. Recurre al pasado, como ya habían hecho Oseas, Isaías y Jeremías: Yahvé había
otorgado a Israel la tierra no sin condiciones, sino bajo la condición de guardar fidelidad a las
cláusulas de la Alianza. Este es el sentido que tiene haber colocado el Deuteronomio (el documento
de la Alianza) al comienzo de la redacción de la Historia deuteronomista. A lo largo de toda esta
revisión de la historia de siete siglos el criterio de juicio será simple: cuando el pueblo, y sus
representantes, es fiel a la Alianza y a la Ley, Yahvé se mostrará propicio e intervendrá en favor de
Israel. En cambio, si deja de ser fiel o la conquista de la tierra no avanzará o después de la posesión
con el reinado de David y Salomón se dividirá y estará a merced de los pueblos e imperios vecinos.
El redactor de la Historia Deuteronomista no era un historiador sino un teólogo que
esquematiza las etapas de la historia de Israel según su fidelidad o no a la Alianza con su único Dios
en medio de otros dioses e imperios vecinos. Por eso imagina la generación de Josué entrando en la
tierra prometida como generación ejemplar por lo que la promesa de la tierra se llevaría a cabo de
un modo relámpago. La verdad histórica es que la conquista de la tierra sería progresiva, según
tribus, tiempos de coexistencia con otros colonos, y tiempos de dominio mayor, hasta la
constitución en una federación de tribus que daría lugar por último a la unidad con la monarquía de
David. El libro de Josué es un canto épico a él, que fue el sucesor de Moisés. Yahvé es el
protagonista del asentamiento en Canaán como puro don, gracia de Dios.
El período del libro de los Jueces describe ya una distancia respecto de Yahvé: los hijos de
Israel hacen lo que es malo a los ojos de Yahvé, Dios los entrega en manos de los enemigos,
entonces los hijos de Israel claman y se convierten a Yahvé, y éste les envía a jueces o libertadores.
Esquema de pecado, castigo, penitencia, liberación. Hay relatos antiguos con anécdotas entorno a
los distintos Jueces o caudillos de tribus, y hay juicios que hablan del todo Israel fiel o infiel,
arrepentido y liberado, y vuelta a empezar. Pero aparecen algunos temas muy significativos, la
debilidad y fragilidad del pueblo ante los cultos y poderes paganos, la inagotable paciencia del Dios
fiel que envía nuevos libertadores, hasta la confederación de tribus entorno al Arca de la Alianza, de
Siquem a Betel y finalmente Siló, hasta que cayó en manos de los filisteos. Yahvé era su rey, pero
presionados por el peligro de los filisteos, se dio paso a la monarquía primero con Saúl y luego con
David, recibida de manera discutida.
Luego en el libro de los Reyes irá emitiendo un juicio sobre cada uno de los reyes, según su
fidelidad a la Alianza con Yahvé. Es, pues, una historia con apoyo en los datos históricos pero
interpretados teológicamente. Estos libros de la Historia deuteronomista son un llamamiento a la
conversión a Yahvé y su Alianza, precisamente en el momento histórico del Exilio cuando se redacta
ante el pueblo que está sufriendo las consecuencias de su infidelidad. Se han cumplido las distintas
profecías emanadas de los profetas en cada tiempo. No hace nada el Señor sin revelar su secreto a
sus siervos los profetas. Esto significa que Dios no les abandona y siempre rehace su historia, la
palabra del Señor conduce la historia.
La Historia deuteronomista es la historia de la palabra eficaz y dinámica de Dios según se
realiza en la vida de Israel. Una palabra de promesa y esperanza sintetizada en la profecía de Natán
a David (2Sam 7,14-16). Es la esperanza alimentada en el Exilio, pero purificada a la vez por los
profetas del Exilio. Sin tierra, sin templo, sin sacerdotes ni reyes y sin culto sacrificial, Dios les ha
permanecido fiel y su Gloria los ha acompañado en el Exilio: “un corazón quebrantado y humillado
tú, Señor, no lo desprecias”; es el culto espiritual que podían ofrecerle.
5.- Ciro, rey de Persia les libera de su deportación (538) y les posibilita volver a Jerusalén.
Algún siglo después, al final de la dominación persa y comienzos de la helénica o griega, se llevó a
cabo en Jerusalén la composición de una voluminosa síntesis histórica, otra, que va de Adam hasta
la restauración posterior al Exilio. Son los libros de Crónicas I y II y los libros de Esdras y Nehemías
del s. IV al III a.C. Su redactor sería alguien de la tribu de Leví y pertenecía al personal del Templo.

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Remonta su crónica a Adam y se concreta en las listas de los reyes para centrarse en la vuelta del
Exilio, reconstrucción del templo, dificultades para continuarla por los conflictos con los
samaritanos que habrían quedado sin ir al Exilio, y hacia finales del s. V, animados por Ageo,
Zacarías y Zorobabel acabarían la reconstrucción. Luego, con Nehemías vendría la reconstrucción
de la ciudad de Jerusalén y su ordenación social y cúltico. Reconstrucción que emprendería
finalmente Esdras en el s. III a. C, con la promulgación solemne de la Ley de Moisés como ley del
estado judío naciente.
La Historia Cronista a diferencia de la Historia Deuteronomista que tuvo en cuenta la
realidad de los dos reinos, el del norte y el del sur, no toma en cuenta los reyes del norte, o sea, de
Israel. Eliminando las sombras de David, el Cronista ofrece de él una imagen luminosa, como el
prototipo del rey ideal. En lo malo, recurrirá a Satán para salvaguardar la justicia y santidad de Dios.
Y así introduce otros retoques a la historia original de Samuel y Reyes que le llegaba. No se trata de
falsar o de engañar, sino los textos originales seguían siendo válidos pues ya pertenecían a las
Escrituras que eran proclamadas, pero introduce modificaciones que los hagan válidos para las
verdades religiosas que sus oyentes necesitan en su momento (como la literatura midrásh): a)
Identificarse con David como figura central, como nuevo Moisés para su pueblo e instituciones. b)
Apostar por la Unidad religiosa del pueblo de Dios. c) Jerusalén será en adelante la ciudad santa por
el Templo y personal sagrado y el culto. d) Contar la historia como historia sagrada, Dios lo llena
todo y la historia se convierte en una cadena de intervenciones milagrosas extraordinarias, a partir
de cuya sacralidad enjuicia los distintos tiempos y monarcas. e) Rígida y estricta ley de retribución,
pecado-castigo.
Fijémonos que cada una de las grandes síntesis históricas del AT gira en torno a un
personaje central. En la Historia Yahvista es el patriarca Abrahán. En la obra Elohista, en la historia
Deuteronomista y en la Tradición Sacerdotal lo ocupa Moisés y el Sinaí. En la Historia Cronista el
centro lo ocupa David, Jerusalén y el Templo, a quien atribuyen la ordenación jurídica, cultual y
litúrgica del Segundo Templo reconstruido. Sin duda, el pensamiento del Cronista está vuelto hacia
el futuro. Cuando idealiza a David, no lo hace por motivos puramente estéticos ni menos históricos,
sino por la mirada puesta en el rey ideal del futuro reino mesiánico, piensa en la teocracia
mesiánica y en la Jerusalén escatológica de la que habían ido hablando los profetas para alentar la
esperanza del pueblo. No es historia ordinaria sino más bien una profecía.
6.- Los libros de los Macabeos I y II y el de Daniel bajo el Dominio Helenista con Alejandro
Magno, el Reino Macabeo y el Dominio Romano. Los Sabios y justos de Israel que sustituyen a los
profetas. Aquí las coincidencias entre la historia bíblica y profana son mayores.
El resto de Israel que perdura bajo los sucesivos imperios que les acosan y subyugan, en
medio de las persecuciones y sufrimientos, encuentra en las Escrituras la fuerza que mantiene su
esperanza y su unidad. Desde la vuelta del Exilio llegaron a su madurez las Escrituras Sagradas y los
Salmos son su oración. Del s. III al I a.C. se sucederán Escritos Sapienciales y apocalípticos e historias
ejemplares, como las de los Macabeos y su resistencia heroica hasta el martirio, que ayudarán a
fortalecer la fe del resto de Israel para poder resistir en tiempos adversos. Algunos sabios en sus
reflexiones animan al Justo a resistir aferrándose a su fe en Yahvé, aunque no comprendan tanta
adversidad como están sufriendo, a valorar su vida y trabajo cotidiano orando y viviendo como
justos de la fe. La teoría de la retribución entra en crisis y sólo se salva la fidelidad a Dios por la fe y
la esperanza que ésta funda.
Algunos radicalizaron su fe y fidelidad dejando Jerusalén y el Templo y reiniciando, desde
las orillas del Jordán y el Desierto, su historia con Dios a la espera de su reino mesiánico (grupo de
Qumrán, los Bautistas y Esenios. Otros, los Fariseos, anti-helenizantes, más fieles a la Ley y a las
tradiciones de los padres. Otros, los Saduceos, contemporizadores con el helenismo de griegos y
romanos, con doctrinas discutidas con los fariseos. Otros, los Zelotas, continuadores de la lucha y
las revueltas de los Macabeos, más o menos partidarios según los tiempos de revueltas violentas
contra los imperios opresores.

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7.- En este clima, por el s. I, aparece Juan el Bautista predicando el bautismo de conversión
junto al Jordán, y apareció Jesús de Nazaret haciéndose bautizar por Juan en el Jordán.
De nuevo en la literatura narrativa del Nuevo Testamento, en los evangelios, descubriremos
una superposición de los tiempos.
1) El tiempo de Jesús con sus discípulos por Palestina
2) El tiempo pascual
3) El tiempo del anuncio y la misión apostólica
4) El tiempo de las comunidades cristianas redactando los evangelios
Ahora bien, para todo tiempo, los relatos buscan:
 que el lector u oyente llegue a identificar a Jesús como el Señor, el Mesías, el Hijo de
Dios entregado “por” nosotros;
 y que llegue a creer en Él y le siga.
La fe que llegaron a comunicarnos los discípulos de Jesús nos dice que, en su persona, no se
trataría de un hombre que hace experiencia de Dios, sino que fue y es el Dios vivo quien en su
Mesías (Cristo), en su Hijo Jesús, hizo y hace experiencia de nuestra humanidad, y comprende que
como hombre solidario con nosotros, le tocará padecer…
El hombre desafía a Dios y le exige: “Si eres el Hijo de Dios, ¡bájate de la cruz!”
Porque nos es muy duro ver sufrir a los otros… sin poder bajarlos de la cruz.
En cambio, Jesús no baja y calla. Y en la cruz se retira del campo de la palabra:
Así, libera a los apóstoles de la presión de su presencia física para que valoren y acojan su
presencia en el Espíritu de Dios, el mismo que le llenaba como a Hijo suyo, y asuman continuar su
misión solidaria, redentora…
En efecto, Jesús había evitado autodefinirse, autoimponerse.
Jesús se somete a nuestra identificación.
No explica su identidad con palabras; Jesús habló de sí mismo sólo indirectamente.
Tan solo ofrece tres significativas auto-identificaciones que esconden y revelan el misterio
de su persona, presentándose como:
– «El Hijo del hombre»
– «El Hijo» Abba
– «Yo soy» …
Jesús fue y es presencia viva de Dios con nosotros, en medio de nosotros.
“Verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mt 14,23).
¡Señor mío y Dios mío!
La verdad de Dios no es una filosofía sino una vida que es la Vida: es el “heme aquí” de
Dios: Aquí estoy, ¿Qué puedo hacer por ti? Te amé al crearte y te amo al cuidarte y te espero… tal
como me llegues.
El “heme aquí” del hombre sería: Fiat, ¡hágase! Y mientras Dios nos regala su Vida, mirando
a Jesús, corresponderle: ¿qué puedo hacer por ti y los tuyos con quienes te identificas? Mirarán al
Crucificado y sanarán. Hoy miramos a los crucificados de la historia que hacemos y padecemos, y si
no les descartamos y nos convertimos hacia una mayor justicia y solidaridad, la humanidad tiene
remedio. La llegada del Reinado de Dios despierta en nosotros esa necesidad de conversión: ¡para
que el hombre viva! Sí, para que todos y cada uno vivan. La Vida del hombre es la gloria de Dios, la
plenitud de su Creación, Dios en el hombre, el hombre en Dios, familia humana y familia divina. El
Cielo. Mientras tanto, el camino es Jesús, encarnación y cruz, conversión a Dios y al hermano.