El Papa Francisco nos preguntaba este domingo

El Papa Francisco nos preguntaba este domingo: ¿Hablasteis con alguien de vuestro encuentro con Jesucristo? Se trata de la experiencia o experiencias de su presencia en nuestras vidas.
Presencia del Resucitado
La Palabra de Dios del domingo III de Pascua insiste en que 1) el Mesías debía padecer y resucitar según las Escrituras, o sea, entraba en el designio amoroso del Padre en favor de la redención de los hombres; e insiste también en 2) el realismo del Resucitado, los discípulos no acababan de comprender lo que estaban viviendo: creían estar viendo un espíritu, dudaban de su experiencia. Y fue la presencia del Resucitado la que se les impuso: Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.
Podemos imaginar ese no acabar de creer por la alegría que significaba esa Presencia, y que se resolvieran las dudas al invitarles a sentarse a tomar algo con ellos: un trozo de pez asado. Y debemos imaginar como en los otros relatos de apariciones del Resucitado que, apenas fue reconocido, ya no les estuvo disponible, no pudieron disponer de Él para mostrarlo e imponerlo a los demás. Debieron quedarse con su fe firme ahora fortalecida con la Presencia, mediante su Espíritu Santo.
En esto coinciden los diversos relatos del Resucitado en los cuatro evangelios: que Dios podía haberles enviado un Mesías que, en lugar de arrasar con todos los poderes de este mundo, sucumbiera bajo su poder para redimirnos así, liberándonos de nuestra identificación con los poderosos que por su dominio toman los hombres como sus esclavos, no como hermanos. Y de nuevo coinciden en la dificultad de la experiencia de la manifestación del Resucitado a ellos que permanecían en el mundo del miedo a dichos poderes.
Los relatos son composiciones literarias para guardar la memoria de los encuentros con el Resucitado, cuya experiencia les superaba totalmente. Pero su Presencia viva queda vinculada al hallazgo del sepulcro vacío como acontecimiento desencadenante de otras experiencias en que se les hace “ver” vivo y rehabilitado por Dios: “Hemos visto al Señor”.
El lenguaje sobre aquellas experiencias vendría después en forma de nuevas metáforas y relatos, donde fundamentalmente se describía que les ayudaron las Escrituras y también algunos signos de su Presencia en Galilea o en Jerusalén, en algunas comidas o momentos de consolación, y el persistente signo del sepulcro vacío testimoniado por las mujeres y algún discípulo como Pedro y Juan. En estas coincidencias cobran mayor valor las distintas formas de narrarnos los distintos evangelistas el acontecer del Resucitado entre nosotros.
“Para experimentar algo plenamente y verlo claramente debe haber un momento de presencia en el que el pensamiento conceptual no interfiera con tu experiencia de ese momento.” (Eckhart Tolle).